La cruz de Malta en el escudo de Soto de Cerrato



Reproducimos, por su interés, un amplio reportaje de carácter histórico publicado por Fernando Pastor, autor de la publicación Cerrato Insólito, en el Diario Palentino, en el que describe cómo durante casi 300 años los caballeros de San Juan pretendieron ejercer derechos como si fueran señores de Soto, pero en pugna con la jurisdicción del rey, hasta que los vecinos se decantaron por el realengo. 

En el siglo XI, en el contexto de las Cruzadas, Gerardo Tum funda la Orden de San Juan, con la finalidad inicial de asistir a los peregrinos enfermos, por lo que funda también el Hospital de Jerusalén, así como a otros a lo largo de la ruta de los cruzados. Por ello, los Caballeros de la Orden de San Juan eran conocidos como Hospitalarios

Las cuantiosas donaciones recibidas por parte de reyes y nobles de la Europa cristiana hicieron que se convirtiera en una poderosa Orden Militar, poseedora de cada vez más propiedades y señoríos. 

La Orden, con influencia en todo el ámbito cristiano, estaba dirigida por un gran maestre. Se dividía por países y dentro de cada país en prioratos (Castilla era uno) gobernados por un gran comendador. En cada comarca, el centro de administración era la Encomienda, dirigida por un comendador.

En 1162, Gutierre Pérez, descendiente de los pobladores de Tierra de Campos y el Cerrato en el siglo X, es nombrado Caballero de la Orden de San Juan. Nacido en Reinoso de Cerrato en 1120, añadió el nombre de esta localidad a su linaje: Gutierre Pérez de Reinoso, extendiendo así el apellido por todo el mundo. Donó a la Orden, el castillo de Reinoso, una casa con la iglesia de Santa María, tres aceñas, un huerto, etc. También construyó un hospital en la localidad. 

Matrimonió con Fronilde, señora de Quiñones (un término al sur de Reinoso, cercano a Soto), donde era poseedora de numerosas heredades. 

En 1181, Alfonso VIII concedió a la Orden el barrio de San Pedro de Reinoso. La localidad fue uno de los lugares en los que la Orden acumuló tierras y poderío, convirtiéndose en una importante encomienda sanjuanista.

El comendador residía en una granja-palacio, a un cuarto de legua del pueblo, en la ribera del río Pisuerga, y allí se celebraban las tomas de posesión del cargo. 

Esta residencia tenía dos plantas, estaba formada por la casa palacio, un patio, dos corrales, la ermita de Santa Ana, y construcciones de aprovechamiento agrario como panera, granero… En la actualidad no existe, pero se sigue llamando La Encomienda a las edificaciones sitas en el mismo paraje. La Orden tenía jurisdicción espiritual, derecho de pasto y poseía diversas tierras cuyas rentas se utilizaban en las mejoras de la encomienda. 

En julio de 1183, hace ahora 841 años, Gutierre, ya mayor (63 años de la época), permuta los señoríos de cuatro aldeas lejanas que poseía en la provincia de Segovia, por Soto de Cerrato, aldea propiedad de Alfonso VIII colindante con Reinoso y perteneciente al ámbito territorial de esta encomienda. De esta manera se convierte en el primer Caballero de la Orden de San Juan con poder sobre Soto, en calidad de señorío. A su muerte, fue enterrado en Reinoso

El señorío sanjuanista sobre Soto continuó en los siglos siguientes. Mediado el siglo XIV aparece como villa de la Orden de San Juan bajo la encomienda de Juan Rodríguez de Sasamón, al que los vecinos pagaban algunos derechos del rey, como la martiniega, más los derechos del señor: 30 maravedíes anuales en concepto de yantar, obligación de alimentar y alojar al señor, 2 panes por cada casa, un quarto de vino, celemín y medio de cebada, o trabajar en las tierras del señor (con ganado, quien tuviera, un día de cada 15; o con el cuerpo quien no tuvieren).

Durante casi 300 años los caballeros de San Juan pretendieron ejercer derechos como si fueran señores de Soto, pero en pugna con la jurisdicción del Rey, hasta que los vecinos se decantaron por el realengo. 
En el siglo XVI, con el aragonés Juan de Homedes como Gran Maestre, la Orden firmó un acuerdo con el papado, Venecia y Carlos V para defender el Mediterráneo frente a los turcos, y Carlos V le da a la Orden la isla de Malta

Desde entonces se la conoce también como la Orden de Malta, siendo su distintivo una cruz de ocho puntas denominada La Cruz de Malta

Esta cruz es uno de los motivos principales en la bandera y el escudo de Soto de Cerrato, existente desde 2005. A finales del siglo XVI, fray D. Gill González de Guzmán, Caballero de la Orden de San Juan y comendador de Reinoso, se atribuyó la facultad de aprobar y elegir alcalde ordinario de las villas de su encomienda, incluido Soto

En el siglo XVII, los vecinos de Soto reconocen al comendador la preeminencia: el poder de entregar las varas a los alcaldes y confirmar nombramientos de justicia cada año, el día 1 de enero. 
Para ello se convoca, a campana tañida, a los vecinos en concejo, y se realiza la ceremonia de las varas, en la que los dos alcaldes salientes entregan las varas al comendador o al apoderado que le represente, y este se las entrega a los dos alcaldes entrantes, que juran ante el comendador poniendo las manos sobre la cruz de las varas

El comendador también tenía el poder de actuar como juez de apelación en los pleitos entre vecinos; pero los vecinos de Soto siguieron defendiendo su condición de realengo («este sitio es del rey», proclamaban), por lo que los poderes del comendador disminuyeron y en el siglo XVIII la ceremonia de las varas fue decayendo hasta ser sustituida por la ceremonia de la posesión. 

Una ceremonia por la que el comendador, de la mano del alcalde, da un paseo por la el campo, coge un puñado de tierra, arranca hierba y la esparce, y que junto con otros actos de posesión pacífica y sin contradicción, simbolizaba que la encomienda tenía la propiedad de las heredades y el derecho a cobrar renta por ellas. 

Esta relación histórica estaba recogida en los paneles temáticos expuestos en Soto de Cerrato en 2022, elaborados por María del Mar Paredes Núñez, Pedro Ortega Núñez, Socorro Ortega Núñez y Nieves Cruz Toledo, junto a otros colaboradores del grupo Núñez Diez, dan a conocer hechos curiosos o sorprendentes.

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